De la Palabra de Dios: “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él” (Salmos 118:24).
Cada vez que empieza un nuevo día tengo dos opciones: abrazarlo o rechazarlo. Verás, está claro para todos que ya sea que nos guste o no, el día va a seguir y con él nuestras horas. Pero de cualquier modo tengo dos opciones:
1) La opción de abrazar el nuevo día, es decir, aceptarlo como venga, con inconvenientes y todo, reconociendo que es un día hecho por Dios.
2) La opción de rechazarlo: ¿Por qué llegó y las cosas no van como yo pensaba o quería, o ni siquiera como me imaginaba.
Hubo un tiempo en mi vida en que siempre escogía la segunda opción, y por supuesto, llenaba el día de muchos momentos infelices. Voy a salir y está lloviendo…me incomodaba. Esperábamos una visita que a última hora no pudo llegar, ¡cuánto me molestaba! Alguien o algo no cumplía con las expectativas que en mi mente yo había fabricado… se desataba una tormenta que no solo me afectaba a mí, sino a los que estuvieran a mi alrededor. Y la lista podría continuar.
Hasta un día, en que poco a poco, de manera muy sutil, Dios empezó a confrontarme usando diversos métodos. Me mostró que incomodarme con la lluvia, por ejemplo, era hasta cierto modo incomodarme con Él, porque a fin de cuentas Él sabe cuándo debe llover y cuándo no. ¿Que los planes no salieron como yo esperaba? Una oportunidad para aprender a ser flexible y buscar un Plan B: Algo que tenemos que practicar constantemente en la vida cotidiana. Muchas veces el Plan A no resulta, es bueno aprender a pensar en un Plan B. ¿Las expectativas no se cumplieron? Eso me ha enseñado a otorgar gracia a los demás, y a mí misma también. Debemos recordar que somos seres humanos muy imperfectos y que el perfeccionismo, a la larga, es una raíz de orgullo y autosuficiencia. Solo Dios puede satisfacernos de manera absoluta.
Cualquier actitud orgullosa es el resultado de escoger la segunda opción, y por consiguiente, derrochar el día. También significa rechazar la oportunidad que Dios me da de vivir y aprender, y dejarme moldear. El olvidarme de que cada día es un día hecho por el Señor y que tengo que alegrarme en Él.
Escoger la primera opción no es fácil. En realidad, la segunda es mucho más cómoda y, sí, humana. Pero esta primera opción, la de aceptar el día tal y como llegue, me hace más como Jesús quien también tuvo dos grandes opciones: venir a la tierra, sacrificarse y morir, para así ocupar nuestro lugar; o, seguir tranquilamente en su mundo celestial y ahorrarse muchos momentos amargos, aguaceros, cambios de planes, expectativas no cumplidas, etc. Además me recuerda que Dios es soberano. El control lo tiene Él y no yo.
Hace tiempo ya le dije a Dios que quería vivir cada día siguiendo la primera opción. Todavía lucho porque la segunda opción muchas veces me resulta demasiado atractiva. Pero no me enfoco en ganar toda la guerra, sino, con el poder de Dios, en ir ganando batallas, aunque sean pequeñas.
Una buena manera de comenzar el día es orando así – “Señor, gracias por regalarme este día que Tú creaste con sabiduría. Ayúdame a vivirlo como Tú quieres que lo viva, y que no desperdicie la oportunidad. Quiero alegrarme hoy en ti. Permíteme verte y escucharte hoy, y que otros puedan verte a ti en mí. Amén.”
En este nuevo día, en esta nueva semana, en este nuevo año, te propongo un desafío: Prueba vivir con la primera opción. Recuerda que cada día ha sido hecho por Dios. Abraza tus días tal y como vengan, y dale gracias a Dios por ellos. Alégrate y pídele que te ayude a vencer las batallas que se presenten. Recuerda, estamos en el equipo ganador porque nuestro propio líder, Jesús, ya lo dijo: “Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, NTV).
Bendiciones,
Wendy
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