A ti, Señor, te corresponde salvar; ¡derrama tus bendiciones sobre tu pueblo! – Salmo 3:8
¿Te gusta competir? ¿Te gusta saborear la victoria? En el mundo actual casi siempre estamos compitiendo, aunque no siempre alcanzamos nuestros objetivos. Sin embargo, aun así debemos seguir adelante.
Espiritualmente hablando, no tenemos ninguna posibilidad de ganar la batalla con nuestros propios esfuerzos: somos muy débiles, por lo que jamás vamos a poder triunfar. Sabiendo eso, Dios se encargó de proveernos la victoria enviando a su Hijo Jesucristo a nuestro mundo. Al resucitar Jesús venció la muerte, asegurándonos así, que todos los que confiamos en él no moriremos, sino que viviremos eternamente en el cielo junto a él.
Entonces, confía en él. Su muerte no fue un fracaso, sino una victoria… para él, y también para nosotros.
ORACIÓN: Amado Dios, gracias por la victoria que me regalas por medio de Jesús. Ayúdame a vivir diariamente con la certeza de que en Cristo soy más que vencedor. Amén.
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