Inteligentes, pero no tanto
Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra! – Isaías 55:9
Muchos dicen que el físico Stephen Hawking es el hombre más inteligente en el planeta. Si eso es cierto, se quedarán sorprendidos al leer sus afirmaciones de que Dios no es la fuerza detrás de la creación.
Revirtiendo sus escritos originales, Hawking ahora sostiene que la inevitable ley de la física es lo que hizo que el mundo fuera. Eso es lo que sostiene en su libro “El gran diseño”.
Como una forma de explicación, dice: “Gracias a la ley de gravedad, el universo se pudo crear a sí mismo de la nada. Creación espontanea es la razón por la que hay algo en lugar de nada, por lo que el universo existe, y nosotros también”.
Estoy seguro que no soy el hombre más inteligente en el planeta, ni siquiera cercano.
Pero me pregunto: ¿De dónde salió la ley de gravedad? Después de todo, una ley reclama un orden. Así que, ¿quién es el gran ordenador? ¿Quién dio origen a la ley de la gravedad? ¿Quien decidió que hubiera alguna ley?
Fue aquel apologista (defensor) cristiano que solía decir: “La creación reclama un creador”.
Hawking dice que ellos están equivocados.
Y yo aún sostengo: “La creación reclama un creador”, y “toda ley reclama un dador de leyes”. Por supuesto que la única Persona que llena todos los requisitos para ese trabajo de Creador y Dador de Leyes es el Dios Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Sin importar cuán inteligentes seamos o la capacidad que tengamos para pensar, los pensamientos de Dios son más altos que nuestros pensamientos, y sus caminos son más elevados que los de la humanidad.
Por lo que, aunque lo entienda Hawking o no, la verdad de Dios se mantiene firme.
ORACIÓN: Creador y Redentor nuestro, te damos gracias por las mentes brillantes que han sido una bendición para el mundo. Permite que Hawking y todos los demás científicos como él, puedan ver tu poder en la creación, tu salvación en la cruz, y tu esperanza eterna en la tumba vacía. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
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