Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. – Lucas 19:10

 

Quizás muchos de nosotros a veces pensemos: “¿Quién soy yo para que el Señor del universo se preocupe por mí? No tengo ninguna oportunidad; estoy perdido. No soy más que uno entre miles de millones de personas, ¿cómo se va a acordar de mí?”. En otros casos parece lo contrario. El orgullo hace que un hipócrita se sienta tan lleno de sí mismo, que se cree capaz de conquistar su salvación por sus propios esfuerzos. En ambos casos, el error es total.

 

No existe distinción entre personas: ni merecedores, ni indignos. Nadie debe ilusionarse con los méritos propios, porque sólo hay salvación por medio de Cristo. Y nadie debe considerarse tan desgraciado como para no merecer el perdón por sus errores, porque el amor de Dios es tan grande, que alcanza a todos. Verdaderamente hay salvación para todos, pero sólo por medio de Cristo.

 

ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por tu sacrificio por mí. Ayúdame a confiar siempre sólo en ti. Amén.

 

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