1) Jesús Creía en el Cielo
De hecho él se proclamaba como nativo del cielo.
El Señor le dijo a Nicodemo, “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo” (Juan 3:13), y nadie conoce mejor un lugar que los nativos del mismo.
Jesús le dijo al ladrón que moría, “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Así que no importa a donde vayamos después de la muerte, [si estamos con Jesús] iremos a parar a un paraíso.
Es verdad que Jesús nos dejó con muchas preguntas sin responder acerca del tema del cielo, pero lo que sí nos dijo debe de ser suficiente para alegrarnos. Por ejemplo, cuando Él regrese los muertos en Cristo lo acompañarán, (1 Tesalonicenses 4:14). Parece ser que nuestro eventual destino es algún lado diferente al inicialmente llamado paraíso.Pero no hay de qué preocuparnos, después de todo, podemos confiar en aquel que murió por nosotros.
2) La Escritura Enseña Constantemente la Existencia del Cielo
No podemos dejar que la gente diga que el antiguo testamento no menciona nada acerca del cielo. “En la casa del Señor moraré por largos días” escribió David en uno de sus Salmos más conocidos. Que tal esta otra frase, “En cuanto a mí, en justicia contemplaré tu rostro; al despertar, me saciaré cuando contemple tu imagen” (Salmo 17:15).
Job dijo, “Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios; al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro. ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!” (Job 19:25-27).
Tampoco podemos dar cabida a aquellos que dicen que la única manera de entender estos versos es metiéndose en la cabeza del escritor mismo, como si sus palabras fueran determinantes y autoritativas. Pedro decía que los profetas anunciaban más de lo que entendían y que aun los ángeles no podían comprender todas estas cosas (1 Pedro 1:12).