1 CORINTIOS 6.19, 20
Cuando comencé la universidad, estudiaba y trabajaba en exceso, ya que quería darle al Señor mi todo. Con el tiempo me di cuenta de que descuidar mi salud podría frustrar mi servicio para Él, por lo que tenía la responsabilidad de cuidar de mi cuerpo. Desde entonces, he tratado de cuidar de mi salud. Creo que eso incluye tener la motivación correcta y el compromiso de imponerme una disciplina.
Si entendemos nuestro valor a los ojos de Dios, seremos motivados a procurar tener buena salud. Nuestros cuerpos son el templo del Dios vivo (1 Co 6.19). El Espíritu Santo vive en nosotros y realiza la obra del Señor por medio nuestro. Cuando cuidamos de nuestra salud, nos posicionamos para poder servir cuando el Señor nos llame. Nuestro Padre celestial sabe que muchos de nosotros tenemos enfermedades, pero Él quiere que nos ocupemos de nosotros mismos para no hacer peor nuestra condición.
La disciplina es el otro componente de una actitud consciente. Muchos de nosotros abordamos el ejercicio y la pérdida de peso a tropezones. Aunque eso puede funcionar por el momento, un método permanente es de mayor beneficio. Necesitamos desarrollar nuevas rutinas para mantener bien nuestros cuerpos. La constancia a largo plazo es necesaria si deseamos estar en buenas condiciones físicas.
El comer bien y hacer ejercicio no garantiza estar sanos o tener una vida larga. Pero sí significa que habremos hecho nuestra parte para mantener el templo de Dios en buena forma para Él. Nuestro llamado como hijos de Dios se cumple mejor cuando procuramos tener vitalidad física y espiritual.
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