2 Corinthians 9:6-8
Nuestro Padre celestial ha sido generoso con nosotros en todo. Él nos formó en el vientre de nuestra madre y nos dio vida (Sal 139.13). Creó al mundo en que vivimos, el aire que respiramos, el agua que bebemos, el alimento que comemos. Él ha dado estos regalos a todas las generaciones, y no nos ha negado nada a pesar de nuestras iniquidades (Mt 5.45b).
Cuando fuimos salvos, recibimos más regalos: el perdón de los pecados, la vida eterna, la adopción en la familia de Dios, y un hogar celestial. No merecíamos ninguna de estas cosas, ni podíamos ganarlas. Las han recibido por pura gracia todos los que creen en el Señor Jesús como su Salvador personal. Otro regalo importante es el Espíritu Santo, quien mora en nosotros, dándonos conocimiento, guía y consuelo.
Hemos recibo tanto gratuitamente, pero nos resulta difícil ser generosos. Nuestra naturaleza egoísta quiere aferrarse a todo lo que tenemos.
Para convertirnos en dadores generosos, recordemos estas verdades. Estamos…
• imitando a Jesús cuando damos abnegadamente.
• honrando a nuestro Padre celestial cuando obedecemos su mandato de dar.
• dando a Dios la oportunidad de bendecirnos cuando compartimos con los demás.
• extendiendo la obra de Dios por medio de nuestro apoyo a la iglesia local.
Ser generoso requiere tener un corazón que ame al Señor por sobre todas cosas, una voluntad sometida a Él, y una mente que desee obedecer sus mandatos. El Espíritu Santo, quien nos ayuda a vencer nuestro yo, también nos transformará en alguien que hallará placer en dar. Dios ama al dador alegre.
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