Este cachorro se llama Hamilton y le encanta que le acaricien el estomago, así que cuando su dueño pára de acariciarlo Hamilton rápidamente le rasca la mano y le pide que siga con las caricias.
Abandonado a su suerte, el hombre se destruirá a sí mismo yendo tras placeres y deseos egocéntricos. Dios tiene un plan mejor para nosotros: dirigirnos hacia la libertad perfecta en Cristo, guiados por su tierna mano. Cuando nos desviamos, Él aprieta su mano y nos hace volver al buen camino.