2 Corinthians 4
l apóstol Pablo escribió a menudo sobre la perseverancia. Instó a los creyentes a no cansarse de seguir a Cristo y hacer el bien, aun cuando fueran perseguidos. La razón era que, con el tiempo, su fidelidad produciría una cosecha sorprendente.
Si alguien tenía derecho a decir eso, era Pablo. Había sido golpeado, apedreado, azotado y expulsado de la ciudad. Había sobrevivido a disturbios, naufragios, enfermedades y abandono. Tenía mil razones para desanimarse, pero él sabía que su obediencia a Dios no era en vano. Algunos podrían suponer que no cosechó mucho pues fue perseguido, llevado de una prisión a otra, y finalmente ejecutado. Pero si damos por sentado que las recompensas vienen solamente en términos materiales, se nos escapa una gran verdad.
Consideremos la impresionante cosecha que resultó de la fidelidad del apóstol. Primero, el evangelio se extendió por todo el Imperio Romano, y la iglesia primitiva creció más allá del mundo judío. Y las semillas plantadas por Pablo al escribir sus epístolas han transformado miles de millones de vidas. Cualquier fortaleza que obtenemos de estas cartas, es el fruto de las adversidades que él padeció. Sin embargo, cuando instó a los creyentes a no cansarse de obedecer al Señor, no sabía la magnitud del impacto que tendría su vida. Pablo simplemente creyó en el poder de la fe.
No se deje engañar por la mentira de Satanás de que su sufrimiento o su obediencia no servirán de nada. La verdad es que su fidelidad a Dios nunca es un desperdicio, está marcando una diferencia para la eternidad en la vida de alguien, ya sea que usted lo sepa o no.
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