De la Palabra de Dios: “Esposas, sujétese cada una a su esposo como corresponde a quienes pertenecen al Señor” (Colosenses 3:18, NTV).
Al crecer en un país donde la “liberación de la mujer” era una lema constante; el aborto prácticamente un método anticonceptivo; y casarse virgen un rezago burgués del pasado, no es de extrañar que la palabra sumisión me pusiera los pelos de punta y me diera deseos de tachar ese pedacito de la Biblia. Con honestidad lo digo.
Y a pesar de llevar algunos años conociendo a Cristo y la Palabra, cuando me casé todavía tenía este problema con la palabra “sumisión”. En mi mente se pintaba el cuadro de una mujer que no podía hablar, ni opinar, ni tener conocimiento alguno, salida de un libro de historia muy antigua.
Sé que el Espíritu Santo ha tenido que trabajar horas extras para hacerme entender este asunto. Y también darle una dosis triple de paciencia a mi esposo para soportar mis traumas correspondientes con la tan temida, mal usada y malinterpretada palabra “sumisión”.
Aunque nunca se lo dije directamente, en mi corazón ocurría un diálogo más o menos así: “Yo no voy a someterme jamás a ningún hombre. Dios nos creó iguales a los dos y para él no hay diferencias. La esclavitud se acabó hace muchos años. Yo gano dinero, soy profesional y sí, estamos casados pero eso no quiere decir que tengas derechos sobre mí.” Tremendo, ¿no? Si me preguntas si esa actitud me hizo feliz alguna vez, tengo que responderte con sinceridad: “No”.
Así fue, y hago un paréntesis para decir dos cosas. La primera, las influencias del mundo que nos rodea son muy grandes y no las podemos ignorar. Cuidemos lo que vemos, escuchamos, lo que conversamos con nuestras amigas. ¿Por qué? Porque sin darnos cuenta podemos permitir que sean esas cosas y no la Palabra de Dios las que moldeen nuestra visión del mundo, la familia, el matrimonio, la crianza de los hijos, etc.
La segunda cosa, como dije al principio, este es un término muy temido, mal usado y malinterpretado incluso dentro de la iglesia cristiana. En ningún momento esta palabra es sinónimo de ignorante, esclava, mujer maltratada, carente de opinión, y mucho menos abusada.
Por lo tanto, ¿qué cosa es la tan famosa sumisión en el matrimonio? Te lo voy a definir con la respuesta que le di a mi esposo luego de pedirle que me dijera honestamente si creía que yo había llegado por fin a entender el concepto. Él con mucha sabiduría, me devolvió la pregunta: “¿Qué es para ti la sumisión en el matrimonio?” Esta fue mi respuesta y es la definición que he llegado a entender a la luz de la Palabra de
Dios: “Seguir el liderazgo del esposo”.
Ahora bien, este artículo está dirigido sobre todo a esposas cristianas y con esposos cuyo liderazgo esté basado también en lo que Dios dice. Entonces, ¿cómo hacemos esto cuando quizá no estemos de acuerdo en algo, cuando pensemos que hay otra manera mejor o diferente de hacer las cosas, o cuando nuestro temperamento quiera imponerse?
Entender que esto es un mandato bíblico, no algo opcional. “Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor” (Efesios 5:22). Pero no olvidemos el contexto del pasaje. Lee el versículo anterior. “Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo”, (v. 21). Hacerlo muestra nuestra reverencia a Cristo, muestra que reconocemos que, como dice el versículo 23, estamos siguiendo el orden establecido por Dios para la familia y la iglesia. ¿Fácil? A veces no. Las personalidades chocan, el orgullo estorba, los caprichos quieren salirse con la suya. A veces nos toca orar para que el Señor nos ablande el corazón, nos dé sabiduría en cómo reaccionar y tratar la situación. Pero al final, es lo mejor porque honra a Cristo.
Esposa, ¿quieres ser una mujer que ponga en alto el nombre de Cristo? ¿Quieres tener un esposo que cumpla con el papel que Dios le asignó? Tienes que empezar por aquí. Así que hagamos hoy tres cosas:
- Si hemos fallado en esto hasta ahora, pidámosle a Dios perdón por haber sido desobedientes a su Palabra y busquemos la oportunidad de conversar con nuestros esposos y ser honestas con ellos, reconociendo nuestra responsabilidad.
- Pídele a Dios que te revele dónde no quieres someterte al liderazgo de tu esposo y que te ayude a hacerlo.
- Entiende que no es algo que cambiará de un día para otro, pero a medida que veas el cambio que Dios obrará en ti, celebra tu pequeña victoria y dale gracias a Dios por hacer de tu hogar algo más parecido al plan que él trazó en el diseño original.
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Bendiciones,
Wendy