Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo. Colosenses 3:15

En una de sus películas, “Cantinflas” encarnó a un embajador. Como tal, le hablaba al foro mundial, diciéndoles a los “verdes” y “colorados” que ellos habían confundido las palabras de Jesús porque, en lugar de haberse amado los unos a los otros, se habían armado los unos contra los otros.

El comediante mexicano expresaba el permanente deseo de los pueblos de vivir en paz. Pero la realidad es que nunca ha habido paz completa y permanente en la tierra.

Cuando anunciaron el nacimiento del Mesías, los predicadores celestiales dijeron a los pastores: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad” (Lucas 2:14). Con esas palabras, los ángeles nos enseñaron cómo tener paz.

San Pablo dice que la paz que perdura sólo es posible cuando Jesús gobierna los corazones. Ambos textos tienen el mismo sentido: tener paz es darle gloria a Dios y seguir su voluntad.

Cuando Jesús, quien es el Príncipe de Paz (Isaías 9:6), dirige una vida, desaparecen la competencia y el egoísmo. El Señor ofrece la paz que el mundo no puede dar (Juan 14:27). Cristo sufrió el castigo para traer la paz del cielo a los corazones convulsionados por el pecado (Isaías 53:5).

Cuando Jesús nació en esa primera Navidad, nació la paz. Él nos ofrece un pacto de paz con nuestro Creador, pacto que fue firmado con la sangre que él derramó por nuestros pecados. Cristo nos invita, por el evangelio, a que vivamos en paz. Él nos ha justificado, dándonos su perdón por medio de la fe. “Justificados, por la fe, tenemos paz con Dios” (Romanos 5:1).

ORACIÓN: Padre celestial, haz que tu paz reine cada día en mi corazón. Por Jesús. Amén.

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