En estos últimos días nos ha hablado por el Hijo. – Hebreos 1:2

La Navidad es el encuentro de Dios, el Creador, con nosotros, sus criaturas. En ese  encuentro se nos muestra el amor de Dios hacia los seres humanos de toda raza, lengua y nación.

Jesús nació tal como había sido anunciado por boca de los profetas del Antiguo Testamento. El Dios Todopoderoso, que hizo los cielos y la tierra, vino a nacer en este mundo y habitó entre nosotros. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley…” (Gálatas 4:4).

A las primeras personas que irían a conocer a Jesús, un ángel les anunció: “Esto os servirá de señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre… Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:

‘¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!’” (Lucas 2:12-14).

Este Jesús vino al encuentro de la humanidad viviendo en medio de nosotros: “A los suyos vino, pero los suyos no lo recibieron. Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:11-12). Sí, Dios nos dio el privilegio de ser llamados hijos e hijas de Dios. Aún siendo pecadores, somos perdonados y restaurados. Por fe en Jesucristo y su obra redentora somos suyos.

En confianza, en obediencia y en agradecimiento, vivamos plenamente lo que él ha hecho por nosotros. Porque hemos sido reconciliados con él y con otros, con un claro propósito: “…para servirle con santidad y justicia, y estar en su presencia toda nuestra vida” (Lucas 1:74-75DHH).

ORACIÓN: Ven, Señor Jesús, y danos plena confianza en ti. Amén.

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